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viernes, 1 de abril de 2011

Ciencia vs. guerra contra el narco… o a quién gritarle “No más sangre” (II)

Texto publicado originalmente en Emeequis el 1 de Febrero del 2011. 



En la primera parte de esta entrega mencioné que un extenso estudio publicado por el Centro Internacional de Ciencia en Política de Drogas (ICSDP por sus siglas en inglés) documenta que la aplicación de políticas de guerra contra el narcotráfico causa un aumento significativo de violencia al interior de las sociedades (http://www.icsdp.org/research/publications.aspx). A la luz de este estudio, la responsabilidad del gobierno mexicano en la violencia que vive el país es clara e ineludible. Esta entrega se dedica a analizar factores que pudieran explicar los inquietantes resultados de esta política [1].

La estrategia gubernamental puede describirse en términos heroicos con una bella y gastada metáfora proveniente de la antigüedad: el segundo trabajo del valiente Hércules consistió en dar muerte a la hidra, un monstruo con forma de serpiente y siete cabezas que vivía en el lago Lerna. Cuenta la leyenda que cada vez que el héroe cortaba una cabeza, dos más crecían del muñón sanguinolento. Hércules venció al monstruo sólo con la ayuda de su sobrino Yolao, quien se encargó de cauterizar con una antorcha los muñones de las cabezas recién cortadas. Se supone que cada vez que capturan a un nuevo Barbie, otro Grande, un Teo, un Contador o hasta un JJ, el gobierno mexicano –valeroso como hijo de Zeus– corta con efectividad y rapidez una cabeza más de la hidra. Más aún, se nos asegura que nuestro semidiós no necesita la ayuda de ningún Yolao, sino de tiempo suficiente para acabar con el monstruo policéfalo. Me gusta la epopeya; siempre fui aficionado a las épicas batallas de los dioses. Pero aquí tenemos un problema: ni el gobierno mexicano es Hércules, ni el narcotráfico es la mitológica hidra.

El narcotráfico es ante todo un mercado ilícito masivo con un valor, estimado por las Naciones Unidas, de 320 mil millones de dólares. México, como principal vía de acceso al paraíso más grande de consumo de drogas ilegales en el mundo –Estados Unidos–, es una pieza clave. Las ganancia netas derivadas del tráfico de drogas entre México y EU rondan los 40 mil millones de dólares por año, lo que equivale a cerca de 25 por ciento de nuestras exportaciones legales a nuestro poderoso vecino. Pocas cosas tan apetitosas como un mercado negro de tal envergadura, sobre todo para personas o grupos que, a falta de un marco legal para solucionar sus disputas, recurren a la violencia para mantener su tajada de tan delicioso pastel.

En este contexto, la guerra contra el narcotráfico tiene el efecto inmediato de enrarecer el clima de los negocios dentro de ese mercado negro. La presión gubernamental disminuye el número de plazas disponibles para los cárteles. El control militar de las vías tradicionales de tránsito de droga obliga a los cárteles a invadir otros territorios con la saña que les caracteiza. El resultado, por ejemplo, es un incremento espantoso de violencia en lugares como Acapulco para controlar vías alternas de transporte de droga, en este caso marítimas.

Es de esperar que en un entorno más competitivo, los cuadros que disputen los puestos de poder dejados por los cabecillas capturados, lo hagan a costa de lo que sea, incluyendo exacerbar la violencia indiscriminada para sobrevivir en el medio. Es un proceso parecido al de la selección natural: el que se queda lo hace porque puede orquestar masacres, venganzas, asesinatos, corrupción y muerte con mucha más efectividad que sus competidores.

El argumento del gobierno es que la violencia derivada de esta política de choque es transitoria y que a la larga su coraje y determinación terminará por exterminar a la hidra. Quizá tanta decisión sería efectiva en contra del monstruo del Lerna, pero no contra el narcotráfico. Digamos que se da el remoto caso en que el gobierno logra detener a todos los cabecillas que fueron emergiendo en los grupos delictivos. Pues bien, ello no sólo no garantizaría la disminución de la violencia, sino que los índices de ésta serían aún mayores: ante un mercado fragmentado, sin organizaciones que lo controlen pero igualmente rentable, se generarían bandas pequeñas mucho más volátiles e intrincadas que, sin recursos prácticos para negociar, echarían mano de una violencia extrema e interminable.

La especulación tiene fundamento. Michael Bagley, especialista de la Universidad de Miami, ha documentado un impresionante incremento de la violencia bajo la prohibición del alcohol en Estados Unidos y después del desmembramiento de los cárteles de Cali y Medellín en Colombia. De hecho, una investigación llevada a cabo por Ami Carpenter en junio de 2010 expone que el encarcelamiento de líderes de los cárteles mexicanos ha ocasionado más violencia para mantener los liderazgos y para apropiarse de las plazas. [2]


A esto hay que agregar que la militarización galopante del espacio civil y la imposibilidad de los cuerpos militares para resistirse a ser corrompidos por el narcotráfico, transforman al Estado en un brazo más de la lucha delictiva y la violencia por el poder. Es como si de repente Hércules, en plena batalla, se pusiera del lado de la hidra para decapitar a Yolao y colgar su cabecita en la caverna del monstruo. [3]

Las predicciones basadas en la evidencia disponible no son difíciles; sus consecuencias, lamentables para todos.

La realidad es que la guerra contra el narcotráfico estaba perdida desde el principio. Sólo el empecinamiento, la falta de imaginación y la necesidad de control de un gobierno tan débil como su bravuconería pueden explicar la sangrienta aventura a la que nos ha conducido el gobierno de Felipe Calderón. Sin aspavientos, podemos decir que la única política posible es y ha sido desde siempre explorar la disminución de las políticas de prohibición de las drogas. Un camino por supuesto nada fácil ante la hipocresía de nuestro vecino del norte, pero mucho más responsable y coherente. A ello dedicaremos  la siguiente y última parte de esta serie.

No más sangre.


·
[1] La bibliografía completa, con alguna excepción marcada en el texto, se puede consultar directamente en
http://www.icsdp.org/research/publications.aspx


[2] Carpenter, Ami C. Beyond drug wars: Transforming factional conflict in Mexico. Conflict Resolution Quarterly, 27:4, pp. 401-421. 2010.

[3] Friedman, George. Mexico: On the Road to a Failed State? Stratfor. May 13, 2008.



Sigue leyendo el siguiente artículo de la serie:

Ciencia vs. guerra contra el narco… o a quién gritarle “No más sangre” (III y último)



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