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viernes, 1 de abril de 2011

Diatriba de un halcón contra WikiLeaks

Diatriba de un halcón contra WikiLeaks

El único modo de proteger a nuestro pueblo, el único modo de asegurar la paz,
el único modo de controlar nuestro destino pasa por nuestro liderazgo.

George W. Bush


La larga historia de la infamia humana guarda muchos ejemplos: el día en que Hitler invadió Polonia, dando lugar a la Segunda Guerra Mundial; la usurpación del poder de los bolcheviques en Rusia, que sumió a casi medio mundo en una larga noche de oprobio marxista; la elaboración de armas de destrucción masiva de Saddam Hussein; los atentados de palestinos, empeñados en asesinar inocentes al detonar bombas adheridas a sus despreciables cuerpos. Los ataques en contra de la democracia y la justicia de los pueblos libres han sido el pan nuestro de cada día. Esa es nuestra cruz, de ahí nuestro sacrificio.

Sin embargo, la historia descubre siempre al final la verdad dura, granítica, objetiva y triunfante. Muy pronto los días aciagos que vivimos quedarán registrados en la larga lista de las vilezas humanas. La inclemencia del juez será, como debe ser, ejemplar y determinante con el grupo de freaks que han puesto en peligro la sana convivencia entre las naciones. Ese aglomerado de nerds llamado WikiLeaks, esos sujetos inadaptados, carentes de vida social, parafílicos que se excitan con acariciar un teclado y sólo tienen orgasmos al hackear la seguridad de sistemas confidenciales. Esos seres despojados de toda noción de deber serán exhibidos en la picota de la historia como tantos otros villanos y embaucadores de la sociedad.

Si les parece que me excedo en los epítetos, discúlpenme, pero el caso lo amerita. Sólo un morboso como Julian Assange puede defender que divulgar información extraída de bases de datos secretas es una cruzada contra la injusticia. Las hienas, por supuesto, no tardaron en ladrar. Nos acusan de espiar a funcionarios de otros países, ¡vaya necedad! Como si el gobierno americano no fuera el único calificado para evaluar la competencia de mandatarios, dirigentes y diplomáticos en todos los países. Es una tarea ardua, necesitamos información detallada de estos caudillos locales, de estos ignorantes que por las carencias de los pueblos que gobiernan llegaron al poder. Patrones genómicos, dactilares, iridiológicos, sanguíneos, pancreáticos, frecuencias con que practican el sexo o se les mueve el duodeno o deciden defecar: ¡todo es importante!, no podemos saber de antemano qué botón debemos apretar para controlarlos. ¿Qué sucedería si uno de estos personajes poseyera genes que producen locura o imbecilidad, tan frecuentes en los países en decadencia? ¿Quién, si no nosotros, puede asegurar qué peligros de ese calibre serán erradicados?

 

Las ilegales publicaciones de WikiLeaks ponen, además, en riesgo de muerte, de tortura, de despellejamiento a las valientes tropas americanas, ocupadas en misiones que garantizan la libertad y los derechos humanos en el mundo. ¿Cómo se atreven a publicar informes que sugieren que mentimos sobre lo sucedido en Irak y Afganistán? Sin ese “tratamiento de la información”, la sabia égida de nuestra dirección peligraría ante los terroristas de nuestro propio país, empeñados en demostrar que esas ratitas que corren bajo nuestros helicópteros son también seres humanos. ¡Por Dios! La providencia le dio a nuestro pueblo elegido el derecho de matar unos cuantos miles de bazofias humanas en países insignificantes, plagados de terroristas, empeñados en entorpecer el buen desarrollo de nuestras empresas petroleras, tan necesarias en la recuperación de la economía mundial. Por otro lado, acusan que presionamos a países para que acepten algunos de los despojos humanos que tenemos resguardados en Guantánamo. Debemos estar conscientes que es obligación de todos combatir el peligro terrorista que espera la mínima oportunidad para atacar a nuestro valeroso pueblo.

La irresponsabilidad de los ataques es ilimitada. Recientemente, Assange y sus mercenarios amenazaron con hurgar en eso que llaman corrupción bancaria, sin considerar la tremenda importancia de los bancos en la creación de empleos, mercados y en la lucha de la crisis a nivel mundial. ¿No es la estabilidad económica mucho más importante que cualquier travesura o desliz de escritorio? ¿Quién se atreve a tirar la primera piedra?
En fin. ¿Qué no comprenden los epígonos de esta sarta de ladrones que todo esto es producto de Julian Assange, un violador de bellas agentes de la CIA y de un robo por parte de un depravado soldado aficionado a Lady Gaga? Nadie en su sano juicio puede defender un hurto, un escamoteo, un plagio, una sustracción, uno de los siete pecados capitales que merece la condena eterna y la calcinación en el infierno.

Pero Julian Assange y su cuadrilla de criminales no se saldrán con la suya; serán cazados sin descanso por un escuadrón dirigido por el amigable presidente de Ecuador. Una vez capturados, el castigo será ejemplar. Sanguijuelas de este calibre no merecen menos que el secuestro de sus hijos, el colgamiento de los pulgares, la extracción de las uñas, las patas quemadas de Cuauhtémoc, los tehuacanazos en las narices, la quema testicular de la picota argentina, la mutilación manual del ladrón del Medio Oriente, la lapidación de la mujer adúltera, el tormento de agua de los chinos, el mochamiento de las orejas, la decapitación estilo narcotraficante, la cocción a fuego lento en alguna guardería del IMSS… o ya de menos una clase de locución con Andrés Manuel López Obrador.

El mundo debe entender que la única razón de Estado legítima, es la razón de nuestro Estado: el único infalible, prestigiado, potente, que como padre amoroso debe estar exento de explicar sus motivos y conductas, pues son siempre por el bien de sus entenados, de sus hijos, de esas febriles e inocentes creaturas que tanto rigor y ayuda necesitan.



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